El último indalo del último indaliano
El Restaurante El Parque custodia el último indalo que realizó el pintor Francisco Alcaraz
El día que el pintor indaliano Francisco Alcaraz les obsequió con aquel indalo nadie alcanzó a vislumbrar la importancia que años después cobraría esa obra sencilla. Las conchas de 35 caracoles, dispuestas una detrás de otra, dibujan la figura rupestre más representativa de Almería, la que sirvió para agrupar al movimiento de artistas que en los años de la posguerra comenzaron a reivindicar una regeneración basada en la cultura mediterránea.
Desde aquel día, y han pasado ya casi dos décadas, el último indalo del último indaliano luce como un tesoro en el Restaurante El Parque de la Almadraba de Monteleva, en Cabo de Gata. Solo que entonces nadie sabía que Alcaraz, fallecido el pasado mes de agosto a los 94 años, acabaría sobreviviendo al resto de sus compañeros de generación. Tampoco que no volvería a representar al arquero rupestre, cuya primera manifestación se sitúa entre el Neolítico tardío y la Edad de Cobre y se encuentra en un abrigo de Vélez Blanco.
Talismán
La entrega del indalo se produjo en el marco de una comida que llevó hasta este establecimiento ‘cabogatero’ con vistas al Mediterráneo a personalidades de la pintura y la política de Almería. La elección del local no fue casual, ya que los dueños son familia del pintor, tal y como consta en la dedicatoria: “Para mis sobrinos, que les traiga buena suerte, Mari y Manolo. Con un abrazo, Paco Alcaraz. En El Parque y fuera de El Parque”. Y ahí está él como un talismán dieciocho años después.
El equipo de El Parque con Manuel y María a la cabeza.
“Yo lo invité a que trajese a sus amigos y echaron aquí el día; nos conocíamos de toda la vida, era una gran persona, un gran profesional y un buscavidas que recorrió el mundo”, apunta Manuel Barbero, dueño de El Parque junto a su mujer María Rodríguez, en referencia a Alcaraz, con quien mantuvieron el contacto hasta el fin de sus días. Reconoce que el indalo, más que una obra de calidad, es un recuerdo con un gran valor sentimental que adquiere más valor si cabe al tratarse del último que hizo.
El mismo sitio privilegiado
La última cena que dieron antes de empezar a abrir solo a mediodía fue en homenaje al político Julio Anguita hace ya unos cuantos años. “Yo se lo dije: ‘Julio, ya no abro más por la noche, se acabó’, y me contestó que me iba a escribir un libro; no sé si lo hizo. Era una persona entrañable”, concluye Manuel con el orgullo del trabajo bien hecho.
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