«Estábamos en una situación difícil, en la época de la crisis. Un día entró un empleado a mi despacho y me preguntó: ¿Cuánto me tengo que bajar el sueldo para que no echemos a nadie? Le respondí que no se preocupara, que no íbamos a echar a nadie y que no tenía que bajarse el sueldo, que juntos íbamos a ver qué podíamos hacer». Este es uno de los testimonios que se han podido escuchar en el Congreso de Laicos que hoy se clausura en Madrid. Lo ha compartido el empresario Jesús Laso, del movimiento de los Focolares, en su intervención sobre «Economía de comunión» en el marco de la línea temática dedicada al «Compromiso ante la economía y el consumo». Casado y padre de tres hijos, Laso posee una empresa de consultoría de sistemas de calidad y es el representante en España de esta propuesta de actuación focolar surgida en 1991, tras un viaje de Chiara Lubich a São Paulo.
«La economía de comunión —explica a ECCLESIA— quiere resolver el problema de las personas necesitadas de una manera comunitaria. Fomenta una cultura del dar, no del tener. Y está basada en una línea de pensamiento que dice que lo importante no son los beneficios, sino compartir la riqueza, pensar en el otro como el hermano al que tienes que ayudar a desarrollarse. En ese viaje a Brasil, y al ver desde el avión las enormes diferencias entre las favelas y los rascacielos, Chiara pensó que había que crear empresas que pusieran en comunión los beneficios, empresas para dar riqueza al otro».
Actualmente, unas 800 firmas en todo el mundo participan de esta manera de entender la economía, quince o veinte de ellas españolas. Todas viven sujetas a las reglas de la economía de mercado, pero todas comparten también esta visión y la idea de “crear comunión”. La inmensa mayoría son empresas pequeñas —«la mayor debe de tener unos 6.000 trabajadores»— puestas en marcha por profesionales liberales, y muchas tienen también el sello del servicio como denominador común. La empresa de Laso, por ejemplo, cuenta con 18 empleados.
El rasgo distintivo, social y cristiano de estas empresas se traduce en el reparto de los beneficios que se generan al cierre de cada ejercicio. «Estos, más o menos —nos explica—, se distribuyen en tres partes: una para el desarrollo de las personas en necesidad o para proyectos de solidaridad; otra para el mantenimiento de la empresa; y la tercera para promover la cultura del dar, porque hacen falta hombres nuevos. Si no tienes hombres nuevos no se puede hacer economía de comunión. Esta es la clave». «En mi caso —añade— en los últimos años hemos dedicado los beneficios a construir un paritorio en Costa de Marfil, a crear una empresa mixta en el Congo, y a colaborar con otra empresa que estaba en situación de riesgo en España y hacer una residencia de ancianos».
Encuentro en Asís
Los Focolares están colaborando activamente en los preparativos del encuentro «Economía de Francisco», que del 26 al 28 de marzo congrega en Asís a 500 expertos y emprendedores, jóvenes en su mayoría. El objetivo que se pretende no puede ser más ambicioso: cambiar, a través de un pacto común, la economía actual y sentar las bases de la del mañana, una economía diferente, con alma, que dé vida y no mate, que cuide de la creación y no excluya a las personas. «El Papa —indica Jesús Laso— dice que hay que cambiar la economía, pero que no lo pueden hacer los responsables de la actual, sino gente nueva, gente joven. Quiere un pacto con los jóvenes, quiere escucharlos. Y esto lo está coordinando la Oficina de la economía de comunión internacional».
«En la economía de comunión —concluye— el empresario no piensa en sí mismo, sino en ayudar al otro, y así se desarrolla en su vida personal y vive la Doctrina Social de la Iglesia. Animo a todos los empresarios a dar un paso adelante en este sentido. Ser empresario cristiano es una vocación, y permite desarrollarte como persona cuando consigues poner en común los bienes que Dios nos ha dado».
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