María Inmaculada en su Concepción: Homilía, oración, poemas y textos clásicos
1.- HOMILÍA PARA LA FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
A modo de homilía para la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María a la luz de la encíclica “Spe salvi” (por Jesús de las Heras Muela)
La solemnidad litúrgica de la Inmaculada Concepción de María es también la fiesta de la esperanza. En el privilegio y misterio inmaculista, María, orgullo de nuestra raza, se nos muestra no sólo su esplendor y el don de Dios a Ella, sino el anuncio y la prenda de que también todos nosotros, hijos de Dios e hijos de María, estamos también llamados a la santidad, siempre reflejo del esplendor de Dios. Y esta es la gran esperanza que nos salva: Dios está de nuestra parte, como lo estuvo de parte de María.
“Ave, stela maris”
El último capítulo de la encíclica de Benedicto XVI “Spe salvi” está dedicada la María Santísima, la estrella de la esperanza, al hilo de una hermosa expresión acuñada por la Iglesia hace ya más de millar de años: “Ave, stela maris”.
“La vida humana –indica el Papa- es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es un como viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en que el escudriñamos los astros que nos señalan el camino. Ellos son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar a Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que son su abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros” y se hizo, fue, es y será por los siglos la Esperanza que salva y no defrauda para toda la humanidad.
Una vida redimida en la gracia y en la esperanza
Repasar la vida de María, hacer memoria agradecida e interpelada de su existencia humana es un canto a la esperanza, es una demostración de la verdad de la esperanza cristiana. Ella es la estrella de la esperanza, la Madre de la Esperanza porque fue humilde esclava del Señor, porque vivió en el contacto íntimo y permanente con la Palabra de Dios, porque se fió de Dios, porque dijo en la Anunciación y en sus entrañas purísimas se encarnó el Dios de la Vida y de la Esperanza.
María es la estrella de la esperanza en la Natividad del Hijo de Dios e Hijo suyo, en la presentación en el Templo cuando el anciano Simeón le dijo que una espada de dolor que atravesaría el alma. María es la estrella de la esperanza porque cuando comenzó la vida pública de Jesús ella supo quedarse a un lado, en penumbra, en silencio, en espera de que se cumplieran las Escrituras y la promesa de Dios. María es la estrella de la esperanza porque supo indicar en Caná de Galilea que es preciso hacer lo que El nos diga. María es la estrella de la esperanza, es la Madre de la Esperanza, porque el Viernes Santo en el Calvario esperó contra toda esperanza ante el cuerpo destrozado, muerto e inerte de su Hijo y creyó y esperó la alegría inenarrable del Domingo de Resurrección y su eco y definitivo impulso misionero en Pentecostés cuando el Espíritu Santo renovó definitivamente, en realidad y en prenda, la faz de la tierra.
2.- ORACIÓN A LA MARÍA INMACULADA, VIRGEN DE LA ESPERANZA
Plegaria a la Virgen de la Esperanza, María Inmaculada
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra,
enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia el Reino.
Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.
Virgen Inmaculada, muéstranos la belleza de la gracia, el esplendor de la santidad. Ayúdanos a combatir el pecado y a buscar el perdón.
Tu Hijo es la Gracia, el Esplendor de la santidad, Quien quita el pecado del mundo y Quien, con su sangre derramada en la cruz, nos abraza en el perdón, en la reconciliación y en la paz.
Santa María de la Esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera y de nuestra esperanza, que solo se muestran, se demuestran y se avalan en el amor, en las obras de caridad y en la coherencia cristiana de vida. Amén.
3.- CUATRO POEMAS BELLÍSIMOS SOBRE LA INMACULADA
TÚ QUE SURCAS EL AIRE”, de Leopoldo Panero
Tú que surcas el aire y eres aire,
y eres gloriosamente transparencia,
y límpida materia en forma humana,
vuelve hacia mi tu aérea
majestad y reparte
la brisa de tus dedos cuerda a cuerda,
en el son prometido de mi alma
y en la música amarga de la pena.
Tú que estás a mi lado por las noches
velando oscuramente mi pureza,
y meciendo mi trigo jubiloso
y lavando mi risa en agua fresca,
vuelve hacia mí, Señora,
un poco de tu hermosura, y que la vea
mi corazón silente
a través del amor con vista trémula.
Enlaza los sarmientos de mis brazos
en tu misericordia y mi tiniebla
cubre con tu mirada
y tenme en tu regazo la cabeza.
“PEQUEÑA ESCLAVA”, de José Luis Martín Descalzo
“Pero tú has mirado a esta pequeña esclava,
has roto sus cadenas, has quebrantado su yugo,
y le has concedido la única sujeción que es libertad:
la de ser huija y esclava tuya.
Ah, ¡que dulces los hilos con tiras de mi alma hacia la luz!
Tus abrazos abrazan, no estrangulan.
Tú eres libertad, tu amor no pesa,
tu redil de pastor no tiene cerca.
Tú, dueño mío, amante mío, amor.
Eres la única esclavitud que no esclaviza”.
“ELEGIDA POR DIOS ANTES QUE NADA”,
de Miguel Hernández
¡Oh elegida por Dios antes que nada;
Reina del Ala, propia del zafiro,
nieta de Adán creada en el retiro
de la virginidad siempre increada!
Tienes el ojo tierno de preñada;
y ante el sabroso origen del suspiro
donde la leche mana miera, miro
tu cintura de no parir, delgada.
Trillo es tu pie de la serpiente lista,
tu parva el mundo, el ángel tu siguiente,
Gloria del Greco y del cristal orgullo.
Privilegio de Judea con tu vista
Dios, y eligió la brisa y el ambiente
en que debía abrirse tu capullo.
“AURORA DONDE EL CIELO SE RECREA”, de Gerardo Diego
Alba, mírala bien, mira el lucero
de miel, casi morena, que trasmana
un rubor silencioso de milgrana
en copa de ganado placentero;
la frente como la sal en el estero,
la risa con repique de campana
y el labio en que despunta la mañana
como despunta el sol en el alero.
¡Alba, mírala bien! y el mundo sea
heno que cobra resplandor y brío
en su mirar de alondra transparente;
aurora donde el cielo se recrea,
¡aurora tú que fuiste como un río
y Dios puso la mano en la corriente.
4.- DIEZ CLÁSICOS DE AUTORES CLÁSICOS SOBRE LA INMACULADA
San Pedro Crisólogo: “…la Virgen se ha convertido verdaderamente en madre de los vivientes mediante la gracia, Ella que era madre de quienes por naturaleza estaban destinados a la muerte”. (Sermón 140, 4; PL 52, 557B-557B).
El sacerdote Sedulio: “Una sola ha sido la mujer por la que se abrió la puerta a la muerte y una sola es también la mujer a través de la cual vuelve la vida”. (Himno 1, 5-8; CSEL 10, 153; PL 19, 753).
San Venancio Fortunato: “Oh excelente belleza, oh mujer que eres la imagen de la salvación, potente por causa del fruto de tu parto y que gustas por tu virginidad, por tu medio la salvación del mundo se ha dignodo nacer y restaurar el género humano que la soberbia Eva ha traído al mundo”. (In Laudem Sanctae Mariae; PL 88, 276-284).
San Fulgencio di Ruspe: “…la bondad divina ha realizado este plan para redimir al género humano: por medio de un hombre, nacido de una sola mujer, a los hombres les ha sido restituida la vida”. (La fe, al diácono Pedro, 18; CCL 91, 716-752; PL 65, 675-700).
San Cirilo de Jerusalén: “Por medio de la Virgen Eva entró la muerte; era necesario que por medio de una virgen, es decir, de la Virgen, viniera la vida…”. (Catequesis, XII, 15; PG 33, 741).
El Pseudo-Gregorio Niceno: “…de la Virgen Santa ha florecido el árbol de la vida y de la gracia… De hecho, la Virgen Santa se ha hecho manantial de vida para nosotros… En María solamente, inmaculada y siempre virgen, floreció para nosotros el retono de la vida, ya que sóla ella fue tan pura en el cuerpo y en el alma, que con mente serena respondió al ángel…”. (Homilia sobre la Anunciación; La Piana, 548-563).
San Romano, el Melode: “Joaquín y Ana fueron liberados de la verguenza de la esterilidad y Adán y Eva de la corrupción de la muerte, oh Inmaculada, por tu natividad. Esta festeja hoy tu pueblo, rescatado de la esclavitud de los pecados, clamando a ti: ‘La estéril da a luz a la Madre de Dios, madre de nuestra vida’”. (Himno de la Natividad de Maria; Maas-Trypanis I, 276-280)
San Proclo de Constantinopla: “Ha sido sanada Eva… Por eso le decimos: “Bendita tú entre las mujeres” (Lc 1,42), la sola que has curado el dolor de Eva, la sola que enjugaste las lágrimas de la atribulada…”. (Homilía V sobre la Madre de Dios; PG 65, 715-727). (Fuente Aci Digital)
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