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San Andrés de Teixido, adonde irás muerto si no fuiste vivo

Creencias cristianas y paganas conviven en esta aldea coruñesa, incrustada en medio de acantilados que miran al océano Atlántico

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San Andrés de Teixido, adonde irás muerto si no fuiste vivoSan Andrés de Teixido, Galicia (Josep Bernat Sànchez Moner / Getty Images/iStockphoto) 
PEPE VERDÚ
25/11/2018 00:10 Actualizado a 25/11/2018 03:44

El fin del mundo existe. Yo he estado. Y ustedes harían bien en ir, por la cuenta que les trae. Se halla en el noroeste gallego, a 12 km de Cedeira (A Coruña). Allí los espera el apóstol san Andrés, un exnáufrago que estrelló su barca contra el litoral, justo donde la sierra de la Capelada se desploma en el Atlántico. Cuando se recuperó del susto, el santo construyó una iglesia y evangelizó a las poblaciones célticas de la comarca. 

Desgraciadamente eran comunidades diminutas, muy dispersas, y san Andrés se frustró un poco. Sobre todo si comparaba la afluencia a su santuario con la del de Santiago el Mayor, en Compostela, adonde los peregrinos acudían en tropel. Cristo comprendió su punto de vista y pronunció una sentencia ecuánime: “Queda tranquilo, Andrés, no has de ser menos que Santiago. Nadie ha de entrar en el Reino de los cielos sin haberte visitado. Y si no lo hiciera en vida, deberá acudir de muerto”. 

Iglesia de San Andres de Teixido, A Coruña
Iglesia de San Andres de Teixido, A Coruña (Jorisvo / Getty Images/iStockphoto) 

San Andrés de Teixido

El lugar todavía existe, se llama San Andrés de Teixido, aunque también lo nombran San Andrés de Lonxe (de Lejos) o San Andrés no Cabo do Mundo (en el fin del mundo). Tiene una cincuentena de vecinos, se alza 140 m sobre el mar y lo arropan acantilados que superan los seiscientos metros de caída libre. El escenario es grandioso, aunque algunos visitantes no acudan a disfrutar el paisaje, sino extorsionados por la máxima “A San Andrés de Teixido vai de morto quen non foi de vivo”. Y es que, sorpréndanse, el merecimiento no basta para entrar en el cielo: además hay que ir a San Andrés de Teixido. Preferiblemente, en vida. Si no, una vez difunto, como alma en pena, o reencarnado en insecto o reptil. Menudo papelón. Se entiende que los cautos gallegos hayan hecho de este paraje el segundo destino de peregrinación más concurrido en su tierra. 

Cuando vayan, lleven una piedra en el bolsillo. Deberán añadirla a los milladoiros o montículos que se levantan en torno al pueblo. Un vecino me asegura que hay al menos veinticinco; tienen para elegir. El día del Juicio Final, esas piedras ‘hablarán’, identificarán a quienes hayan peregrinado a San Andrés, serán el comprobante de su romería, la credencial, el salvoconducto al cielo. 

Iglesia de San Andres de Teixido en Galicia
Iglesia de San Andres de Teixido en Galicia (Jorisvo / Getty Images/iStockphoto) 

La sencilla iglesia local se acabó en 1785, pero se alza sobre templos anteriores. El primero se construyó en el siglo XII y perteneció a la orden de San Juan de Jerusalén o de Malta. De aquel santuario románico solo permanece un capitel muy maltrecho. Hay rastros góticos en la entrada y en los murales del martirio de San Andrés, yaportaciones barrocas en el retablo mayor y en el relicario, con un supuesto hueso de un dedo del apóstol. Mucho más vistosos son los numerosos exvotos de cera prendidos, que reproducen partes del cuerpo humano, sus depositarios le señalan así al santo dónde les duele y qué debe curar. También hay algunos ataúdes, dejados por fieles agradecidos porque han escapado de la muerte. Y abundan las candelas, cirios que señalan el camino del santuario a las almas de los difuntos que no acudieron en vida. 

Favores al santo

Muchos visitantes piden favores al santo. La incertidumbre sobre su concesión se resuelve en la cercana fuente de los Tres Caños, donde hay que beber de todos los chorros sin apoyar las manos y, a continuación, arrojar una miga de pan al agua. Si flota, los deseos se satisfarán; si se hunde..., el santo se hace el remolón, habrá que reintentarlo un año más tarde. La fuente debe su capacidad adivinatoria al manantial que la alimenta, dicen que brota bajo el altar de la iglesia. Esa creencia es compatible con que la fuente ya no sea potable; se recomienda mojar los labios sin engullir el líquido. Su uso tópico, sanitariamente más seguro, se prescribe para la curación de verrugas. 

Sanandreses, amuletos
Sanandreses, amuletos (Turismo de España) 

San Andrés de Teixido, ya lo ven, tiene miga. También lossanandreses, unas figuritas hechas con harina y agua (sin fermentar), horneadas y coloreadas, que representan al apóstol. Tradicionalmente las hacían las santeiras, mujeres locales, y su función era decorar el bordón de los peregrinos que acudían. Hoy se compran en los comercios locales, junto a “las reliquias do santo”, unos amuletos eficaces para la satisfacción de anhelos, o como defensa contra inquinas y malas voluntades. Existen ocho formas distintas: mano, flor, pez, barca... Cada figura es útil en un ámbito de la vida, de manera especializada; quizá convenga la compra de más de una, o de todas, en función de las necesidades a cubrir. 

También poderosa es la armería marítima (Armeria pubigera), una flor conocida localmente como “herba namoreira” o “herba de namorar” por su efecto propiciatorio del erotismo y la fertilidad: se dice que la introducción inadvertida de una ramita en el bolsillo de la persona deseada la predispone favorablemente. La planta se cosecha en la misma orilla del océano. Me embelesa su aspecto frágil, parece mentira que sus minúsculos y blanquecinos pétalos resisten las tempestades. 

Todos los Santos

Cualquier momento es bueno para la visita a San Andrés de Teixido, pero recuerden el refrán: “noviembre, dichoso mes, que entra con Todos los Santos y sale con san Andrés”. Efectivamente, el 30 de noviembre es la festividad de san Andrés apóstol. Ese día, los vecinos participan en una misa, tras la cual marchan en procesión con una talla del santo y acompañamiento de gaiteros. Quizás algunos fieles sigan la marcha de rodillas. Otros acuden con exvotos de todo tipo; sustituirán a los expuestos hasta entonces en la iglesia. Cuando acaba la procesión, vecinos y visitantes comen y beben por los alrededores del santuario —si las galernas lo permiten—, para acabar bailando con música de gaitas, panderos y acordeón. 

Retablo de la iglesia de San Andrés de Teixido, A CoruñaRetablo de la iglesia de San Andrés de Teixido, A Coruña (Jose Manuel mazintosh-Flickr) 

No se alarmen si algún asistente parece hablar solo. La tradición anima a que los familiares de difuntos que no visitaron el pueblo acudan ‘en busca’ de sus muertos al cementerio y ‘viajen’ juntos hasta San Andrés de Teixido ese día. Deben reservarles asientos en los transportes, servirles comida como a un acompañante más, darles conversación... De ese modo les ayudan a hacer de manera decorosa un viaje que, si no, tendrían que hacer como saltamontes, culebras o lagartos. 

Caminos

No existe constancia de que el santo prefiera que sus fieles acudan caminando, a pedales o en un vehículo motorizado. Sin embargo harán bien en llegar a pie. Un sendero comunica Cedeira —ciudad con todos los servicios turísticos; — y San Andrés a través de la sierra de la Capelada. La marcha ofrece sobrecogedoras panorámicas sobre el Atlántico y el descubrimiento de las “bestas”, unos caballos pequeños y robustos que pacen en libertad por estas montañas. Eso sí, merece la pena estar atentos a dónde se pone cada pie: lastimar cualquier animal pequeño está feo, pero aquí debería suscitar serios cargos de conciencia. 

San Andres de Teixido, A CoruñaSan Andres de Teixido, A Coruña (Jorisvo / Getty Images/iStockphoto) 

Otra opción senderistamente más ambiciosa es seguir alguno de los varios caminos de peregrinación que conducen a San Andrés de Teixido. La mayoría ocupan varias jornadas y atraviesan diversas comarcas del noroeste de Galicia. Encontrarán información sobre cada una de esas rutas en Camino a San Andrés.

Si me permiten un último consejo, no abandonen la zona sin asomarse a algunos de sus miradores. Les sugiero dos: el de Os Carrís, a 425 m de altura sobre el mar; y A Garita da Herbeira, a 625 m. Las panorámicas de este último alcanzan hasta el cabo Ortegal, donde el océano Atlántico y el mar Cantábrico se funden.

Mirador A Garita da Herbeira. San Andres de Teixido. A Coruña. GaliciaMirador A Garita da Herbeira. San Andres de Teixido. A Coruña. Galicia (Txiriguili / Getty Images/iStockphoto) 

 

Vocación de San Andrés. Wiki Commons

Vocación De San Andrés. Wiki Commons

San Andrés Apóstol, 30 de noviembre

Primero de los discípulos en los que Cristo fijó su mirada

«El primero de los discípulos en los que Cristo fijó su mirada. Un audaz apóstol que comenzó conduciendo a su hermano Pedro ante la presencia del Redentor. Considerado por tradición fundador del patriarcado de Constantinopla»

A este apóstol oriundo de Betsaida, que antes de conocer a Cristo ya se había dejado llevar por esa voz interior que le instaba a buscar lo máximo, no le costó reconocer dónde se hallaba esa alta cota que perseguía. Y es que no era un neófito en el seguimiento. No había acallado la inquietud que le indujo a seguir a Juan Bautista, y como discípulo suyo continuaba alentando su afán por crecer en ese gran amor trenzado de apremio, de urgencia en la conversión, de búsqueda incesante de la penitencia, que el precursor predicaba. Cuando estos sentimientos arraigan en el interior tienden a desarrollarse de forma imparable.

Mateo y Marcos dicen que su encuentro con Cristo se produjo en las orillas del lago Tiberíades, cuando se hallaba entre sus aperos de pesca junto a su hermano Pedro; Él los llamó convirtiéndoles en «pescadores de hombres». Juan, en cambio, señala a Andrés como el primer discípulo en el que se fijó el Redentor. Aquél día que Jesús volvía victorioso del desierto habiendo dejando desarmado al maligno, y se cruzó con el grupo presidido por el Bautista, Andrés tenía la sensibilidad precisa para percibir la trascendencia encerrada en las palabras que aquél pronunció señalando al Redentor como «Cordero de Dios». Para otros, que también escucharían este mismo calificativo que Juan le había dado el día anterior, no debieron significar nada. El evangelio únicamente reseña el impacto que causó en Andrés y en otro de los testigos del hecho –que tal vez después no prosiguió ya que no existen otros datos en el texto sagrado que permitan identificarle– mostrando que tuvieron la impronta de acercarse a Jesús.

Es una escena bellísima que permite imaginar el latido de estos corazones que desde el principio creyeron estar en presencia del Mesías. Cuando Él volvió su rostro hacia ellos para inquirir: «¿Qué buscáis?», propósito que conocía, aunque daba ese espacio a su libertad para que se explicaran, cómo expresarían su emoción. Iluminados por la certeza de tan excelso encuentro, simplemente preguntaron: «Maestro, ¿dónde habitas?», sin atisbo de curiosidad. Ya le amaban tanto, que de antemano estaban dispuestos a ir en pos de Él a cualquier lugar que hubiera señalado. De hecho, es lo que hicieron dejando a Juan antes de que Jesús se dirigiera a ellos. Con qué gozo acogerían su invitación: «Venid y lo veréis». Juan informa que «vieron donde moraba y se quedaron con Él» precisando la hora: «como las 4 de la tarde». Cuando algo así sucede, cambiando la vida, el momento exacto no se olvida.

Este es el seguimiento. Fue la conducta que tuvieron otros discípulos: Santiago, Mateo, Juan, Pedro… No se ponen condiciones; no se sopesan los riesgos que una decisión tal puede conllevar, no se encierra la voluntad con candados, no hay cálculo de por medio. Si así fuera no estaríamos hablando de ese amor incomparable y seductor que es capaz de destruir toda prudencia humana, ya que ésta, en realidad, cuando impregna la respuesta que debe darse a Cristo, no esconde más que el egoísmo. Lo único que se aprecia en todos los que han recibido este don de la fe, y han acogido esta gracia, es una disponibilidad previa a compartirlo todo con Cristo.

Andrés orientó sus pasos hacia Él y comenzó su vida apostólica. Era un intrépido evangelizador que en cuanto se encontró con Pedro le dio la gran noticia: «Hemos hallado al Mesías», y raudo lo condujo ante su presencia; es la actitud que procede en todo el que pone en el centro de su vida a Dios. Después, los derroteros de la divina Providencia hicieron que Pedro recibiese de Jesús la altísima responsabilidad de guiar a su Iglesia. Y Andrés, desde una fecunda retaguardia, continuaba alentando a la gente a seguir al Maestro, atento a las vicisitudes que se presentaban, como ese instante previo a la multiplicación de los panes y de los peces, en el que apreció las escasas viandas que poseía un muchacho para poder alimentar a la multitud que se congregaba en torno a Jesús, lo que pone de manifiesto su estado de oración.

Pero el inquieto Andrés era agudo y audaz, rasgos que compartía con otros discípulos. Cuando se hallaba con su hermano Pedro, junto a Santiago y a Juan, quiso saber, igual que ellos, cómo podrían identificar ese momento en el que se cumpliría el vaticinio de Cristo aludiendo a la destrucción de los pilares que sostenían el templo. Por tanto, vivió en primera persona el discurso pronunciado por Él y se nutrió nuevamente con la excelsa pedagogía del Maestro que les instó a vivir en un estado vigilante, como tantas veces aconsejó a lo largo de su vida pública. Las preguntas inducidas por religiosa inquietud reciben inmediata respuesta por parte de Dios.

Aún hubo otro tercer instante significativo que el evangelio reseña, situando a Andrés al lado de Felipe en el escenario de la fiesta de la Pascua que iba a celebrarse en Jerusalén. En esa ocasión el cometido era asistir en su labor apostólica a Jesús, que se dirigía a ciudadanos griegos. Ambos recibieron esta impactante noticia que Él les dio y a la que no hallaron su verdadero significado en ese momento: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto».

Andrés se encontraba también en Pentecostés junto a todos los discípulos que se hallaban reunidos ese día. Después, la tradición lo sitúa evangelizando a los griegos. Entre ellos gozó de tal preeminencia que se le ha considerado fundador del patriarcado de Constantinopla. Un apócrifo denominado la «Pasión de Andrés», datado a principios del siglo IV, narra su cruento martirio en Patrás donde sería crucificado el 30 de noviembre del año 63 d.C., en una cruz elegida por él, como hizo su hermano Pedro, para que fuese distinta de la que asignaron al Redentor. Le ajusticiaron en una con forma de aspa. Es un apóstol muy venerado en Oriente y en Occidente.

Ofrenda Nacional de la Traslación del Apóstol Santiago

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