Es, sin duda, nuestra imagen más universal, el elemento que hace de Almería una tierra conocida por millones de personas y, al mismo tiempo, un símbolo desconocido y a la par que utilizado por muchos.
Los almerienses llevamos con orgullo el Indalo allá adonde vamos, pero no todos conocen exactamente la historia del Indalo, el origen de este ’compañero de viaje’ milenario y que no es que sea un almeriense más, sino que lo es mucho tiempo antes que todos los demás.
Fué el arqueólogo Manuel de Góngora Martínez quien, allá por el año 1868, descubrió el Indalo en la Cueva de los Letreros, que está ubicada en la velezana Sierra de Maimón Grande.
Manuel de Góngora
De Góngora había nacido 46 años antes de su gran hallazgo, en el municipio almeriense de Tabernas, pero había desarrollado una amplia carrera que lo había llevado por otras latitudes, residiendo parte de su vida en Madrid. Antes, había estudiado Derecho en la Universidad de Granada.
En ella llegó a ser decano de la Facultad de Filosofía y Letras y catedrático de Historia Universal. Durante su larga carrera investigadora, alcanzó notable prestigio internacional, siendo miembro de los institutos arqueológicos de Roma, Berlín y París.
En los 25 metros de ancho y los seis de profundidad, con diez de altura de la Cueva de los Letreros, se encuentran algunas de las pinturas rupestres más importantes de la península ibérica y también allí Góngora Martínez descubrió el Indalo, que posteriormente tardó 56 años en ser declarado Monumento Histórico Nacional y más de un siglo en considerarse Patrimonio de la Humanidad.
Un símbolo internacional
El hallazgo fué tremendamente valorado desde sus inicios y no tardó en alcanzar renombre internacional, puesto que suponía un descubrimiento arqueológico de incuestionable importancia y un filón en el estudio de la historia de los pobladores prehistóricos de la provincia.
Al margen de las consideraciones técnicas y académicas de la historia, el Indalo tardó muy poco en ser considerado como un símbolo de buena suerte. Su representación de una figura humana con un arco sujetado en alto sobre sus brazos extendidos alcanzó rápidamente la consideración de tótem en gran parte de la provincia y, posteriormente, fuera de ella.
Mojácar y los indalianos
Mojácar ha sido uno de los municipios que más difusión ha proporcionado al símbolo, primero por su adhesión a él como uno de sus elementos iconográficos, pero también por el papel de elemento difusor entre los miles de turistas que cada año visitan el municipio desde hace décadas.
Pero el arte también ha servido para popularizar mundialmente el Indalo, sobre todo gracias al movimiento que lleva su nombre, el Indaliano, que estuvo impulsado principalmente por el gran artista Jesús de Perceval, allá por mediados del siglo XX.
El desarrollo teórico de los pintores y miembros del movimiento Indaliano también fué una contribución importante a desarrollar una verdadera disciplina en el estudio de este símbolo milenario y prehistórico, dando origen además a diversas teorías sobre su origen y sobre lo que en realidad representa entre otras cosas.
Mucho más allá de Almería
Hoy en día, el Indalo es el elemento o souvenir más buscado por todos los turistas que arriban a Almería, pero también son habituales los descubrimientos de este elemento a miles de kilómetros de la provincia, dibujado en algún edificio de cualquier país o sobre el cuello de algún artista internacional que, en principio, nada haya tenido que ver con esta tierra.
No cabe duda de que el Indalo ha traspasado fronteras y que lo que fué una pintura rupestre hace miles de años, ha pasado de ser únicamente un símbolo de Almería a convertirse en una figura mundial, que eso sí, apunta directamente hacia esta provincia.
Eso sí, para cualquier almeriense, el Indalo, en sus más variadas e imaginativas plasmaciones, es el ’regalo’ más socorrido y utilizado para que nadie olvide nunca la tierra almeriense.