Queridos diocesanos:
Algunas personas se lamentan del uso constante de las grandes palabras en nuestras conversaciones y del olvido de las pequeñas atenciones ordinarias que nos debemos unos a otros. Hace unos años se decía ejercer la buena educación para conseguir un buen estado de ánimo en los demás. Hay gentes con una buena dosis de elegancia en el decir, en el escribir y en relacionarse que hacen la vida más agradable a sus semejantes.
Es muy importante tratar los grandes temas que nos agobian o nos gratifican. Fundamental, diría, porque sus consecuencias repercuten en el ámbito social en el que estamos inmersos. Mucho más en la sociedad globalizada que compartimos en la actualidad. La guerra y la paz, las desigualdades sociales, la pobreza y la riqueza, los medios de producción, la libertad y las tiranías, la cultura y las redes sociales y un montón de asuntos que nos invaden y no podemos prescindir del comentario o de la petición de soluciones que mejoren la vida de todos. Pero al mismo tiempo pedimos no desatender la cortesía en el comportamiento diario. Porque el trato respetuoso, delicado y cordial con el otro incorpora elementos de cariño y cercanía tan necesitados en este momento. Desterremos el insulto, la provocación, las insidias o calumnias, las descalificaciones personales que emponzoñan las relaciones sociales y siembran el descontento general.
Os propongo a vuestra consideración unos saludos de san Pablo que escribió en sus cartas que son modelo de alegría, de optimismo, de cordialidad. Se puede ampliar a palabras o a gestos actuales. Ahora sólo acudimos a escritos. Ved unos ejemplos:
A los Romanos: “A todos los que están en Roma… gracia y paz de Dios…y del Señor Jesucristo”.
A los Corintios: “…gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre…”
A los Filipenses: “Gracia y paz a vosotros… cada vez que os recuerdo; siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría”.
A los Colosenses: “Gracia y paz…De esta manera vuestra conducta será digna del Señor…fructificando en toda obra buena… para soportar todo con paciencia y magnanimidad…”
A los Tesalónicenses: “En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros… pues sin cesar recordamos ante Dios la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor”.
“A Timoteo, verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo…”.
Es cierto que san Pablo no era dado a adulaciones fáciles. Sabía recriminar cuando observaba momentos de división, enfrentamiento en las comunidades. O lamentaba el no cumplimiento de la ayuda mutua o veía la despreocupación por los otros o la falta de igualdad en el trato o en la riqueza. Proponía el crecimiento personal en la exigencia del mandato del Señor. Pero sus palabras y sus actitudes manifestaban amabilidad, respeto, cariño por todos los que se convertían a Jesucristo. Quería que rezaran y que pusieran sus dones al servicio de la sociedad en la que vivían para mostrar la felicidad de seguir al Señor Jesús.
Con mi afecto y bendición.
+Salvador Giménez
Obispo de Lleida
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