BARRAQUISMO BARCELONÉS
El Somorrostro: del chabolismo a la oleada de turistas en la Barceloneta
- El humilde barrio de barracas del litoral barcelonés llegó a tener más de 15.000 personas censadas a mitad de siglo XX
“Cogimos el tranvía 55, que era descubierto. Pasamos por toda Barcelona, viéndolo todo tan bonito... pero cuando llegamos al Somorrostro y vimos la barraca, la que sería nuestra casa, a mí, a mi madre y a mis hermanos se nos cayó el cielo encima porque aquello era inhumano”. Este es el relato de Julia Aceituno en el documental Barraques. La ciutat oblidada -dirigido por Sara Grimal y Alonso Carnicer para la Televisió de Catalunya- y refleja su llegada a la Barcelona de 1952, en concreto al barrio de barracas que se erigía sobre la arena de la playa entre la calle Marina y Hospital del Mar.
Y es que lo que hoy es una las zonas más célebres -y turísticas- del litoral barcelonés vivió durante cerca de un siglo de espaldas de la ciudad. Un espacio que se estiraba a lo largo de algo más de un kilómetro -entre el entonces hospital municipal de los infecciosos y el antiguo depósito de gas- y en el que a mitad de siglo XX se llegaron a censar más de 2.400 barracas y unas 15.000 personas.
Con todo, para intuir su origen se debe retroceder varias décadas. Es en el año 1875 cuando el Somorrostro consta por primera vez de forma oficial como un conjunto de diminutas barracas que se multiplicó a partir de la década de los años 20. La Exposición Universal de Barcelona del 1929 y la construcción del metro ejercieron de reclamo para que muchos trabajadores españoles se instalaran en la capital catalana, ya fuera en el Somorrostro o en otros barrios de barracas que estaban repartidos por ciudad, como en Montjuïc y el Carmel.
Eran chabolas de escasos metros, sobre la arena, a merced de las inclemencias meteorológicas y rodeadas por un par de riachuelos que evacuaban los residuos líquidos de las fábricas. El horror de vivir en condiciones inhumanas.
La importancia del paseo marítimo para conectar la playa a la ciudad
Donde entonces había las chabolas, hoy se tumban al sol los turistas. Y donde se cernía una permanente sospecha delictiva, ahora fluye una ociosa atmósfera a uso y disfrute de los visitantes. La Barceloneta y el Moll de la Marina son uno de los símbolos de la actual ciudad, bañada de hoteles, locales nocturnos y la escultura del pez dorado de Frank Gehry. El Hotel Arts, la Torre Mapfre y el Casino de Barcelona. Todo ello en un paseo marítimo fundamental para entender la integración de la playa en la ciudad, allí donde el Somorrostro sufría una frontera invisible que le separaba de Barcelona.
La construcción del paseo marítimo entre 1959 y 1961 abrió la puerta al final de las barracas del Somorrostro. En plena vertebración de la fachada marítima de Barcelona, las barracas de la playa quedaron expuestas y fueron desapareciendo hasta el 1966, cuando con el pretexto de una Semana Naval, se derribaron las últimas 600 chabolas y se reubicaron a los vecinos en promociones de pisos oficiales.
Desde entonces, la huella del Somorrostro se diluyó y la playa del barrio de la Barceloneta se alzó como uno de los estandartes del boom turístico barcelonés, que empezaba a plantar sus primeras semillas.
La memoria del marítimo barrio de barracas se rescató hace poco más de un lustro. En 2010 se anunció que el tramo de la playa entre el Hospital del Mar y la calle Marina recuperaría el nombre del Somorrostro, acto que se formalizó un año después con la placa conmemorativa.
Un recuerdo para no perder el rastro histórico del Somorrostro en Barcelona.
0 comentarios